Refugiados buscan comenzar una nueva vida con ayuda del centro de acogida de Antequera

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En el CEAR trabajan día a día para conseguir su plena integración en la sociedad antequerana, donde han encontrado la paz que tanto anhelaban

«Pasen los años que pasen, siempre les voy a estar agradecida. Cuando te quedas sin nada, todo suma, desde un vaso de agua, hasta las cuatro paredes entre las que duermes». Estas palabras son de Eymar, refugiada venezolana a la que todavía se le quiebra la voz cuando recuerda todo lo que ha tenido que pasar para llegar hasta aquí. Como ella, han sido muchas las personas vulnerables que han encontrado un refugio en la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y un sitio donde empezar una nueva vida en Antequera.

La ciudad alberga un centro de acogida de refugiados desde 2016, perteneciente a la delegación de CEAR en Málaga, donde se presta ayuda humanitaria. Sus instalaciones, situadas en el antiguo convento de Santa Eufemia, cuentan con tres plantas que albergan las habitaciones; un patio, que utilizan como como zona de ocio; cocina, comedor y una capacidad de 38 plazas que «casi siempre tenemos completas», afirma la directora, Caridad Campos.

Actualmente son 17 empleados los que conforman la plantilla del centro, entre técnicos de integración social, trabajadores sociales, personas de limpieza y conserjería, psicólogas, abogadas, administrativas. Su labor ha sido siempre facilitar y colaborar con la integración de las personas refugiadas que llegan a España, y en este caso concreto, que van a parar a Antequera.

Los refugiados suelen ser de Venezuela, Colombia y el África subsahariana, siendo esta última procedencia la mayoritaria. Actualmente también hay varias familias ucranianas y mujeres solas que han huido del horror de la guerra. «El choque al principio es un poco duro, pero cuando ya conocen la ciudad, les gusta mucho porque es muy tranquila. La mayoría vienen en busca de paz y el encontrarse con una ciudad familiar donde pueden pasear sin ningún tipo de miedo, les ayuda sobremanera. De hecho, la mayoría se quieren quedar en Antequera porque encuentran un trabajo y están muy contentos», explica.

En su día a día, las personas que no tienen conocimiento del idioma reciben clases de español adaptadas a su nivel. Por otro lado, los técnicos de integración realizan talleres de contextualización con el fin de ubicarlos en España, Antequera y su marco normativo. «Les enseñamos cuáles son sus derechos y sus deberes, el acceso a los servicios básicos del sistema sanitario, de empadronamiento, así como los servicios comunitarios que ofrece la ciudad», detalla.

Además, todas las semanas intentan hacer alguna actividad de ocio y de convivencia para fomentar la participación en la ciudad, como una visita a los Dólmenes o el Torcal, «algo que suele gustar mucho», asegura.

El programa dura un máximo de 18 meses y puede ampliarse hasta los 24 en algunos casos. El proceso de acogida finaliza con la resolución de su solicitud de protección internacional por parte del Ministerio del Interior. Si es positiva, avanzan hacia una segunda fase de autonomía en la que se les ayuda a dar ese impulso para vivir y trabajar de forma independiente en España. En caso contrario, tendrían que salir del centro y, en teoría, también del país.

Uno de los objetivos que se han planteado por el Día Mundial de las Personas Refugiadas es divulgar más la labor y existencia del centro, desconocido entre muchos ciudadanos. Para ello, han realizado una exposición fotográfica, una mirada al trabajo de la organización. «La mejor forma de colaborar con nosotros es sensibilizando a la ciudadanía, para así poder romper un poco las barreras culturales que surgen por el desconocimiento que tenemos sobre otras culturas. Hay personas que vienen aquí a España porque no tienen otro remedio y esta es la última opción».