La estudiante de 2º de Bachillerato del IES Pedro Espinosa de Antequera Ángela Ruiz Lama, galardonada con una mención especial en el concurso de relatos convocados por la Junta de Andalucía con motivo del Día Internacional contra la Violencia de Género. Os dejamos el relato.

TACONES
ROJOS

Era demasiado tarde cuando la encontraron. Su cuerpo inmóvil yacía sobre el suelo de la habitación del sótano, tal y como había confesado su marido minutos antes. Uno de sus brazos se encontraba extendido en dirección a una pequeña rendija que comunicaba la lúgubre habitación con el exterior. Y ahí, de forma casi imperceptible, había una pequeña hoja de papel arrugado que el inspector consiguió descubrir justo antes de irse. Una nota en la que las palabras constituían el último aliento de su escritora. Una nota con el amargo perfume de un último adiós.


Querido desconocido/a:

No hay peor cárcel que las palabras. Nunca pensé que pudiera convertirme en prisionera de aquellas dos sílabas que yo misma pronuncié, pero así es. Un “sí, quiero” en forma de esposas y grilletes que me mantienen presa en el fondo de mi alma, y de las que nunca podré zafarme. Mi vida se ha convertido en una mentira que todo el mundo envidia, halaga y parece creer menos yo. Cuando me miro al espejo, no veo mi reflejo. El cristal siempre está empañado por una capa de miedo, vergüenza y cobardía que me impide ver mi rostro. Algunas veces, distingo dos pequeños ojos grises. Dos ojos grises en los que nunca para de llover, que me observan suplicantes y a los que no puedo ayudar. De hecho, no sirvo para nada, como él se encarga de recordarme cada día. Ni siquiera he sido capaz de ir a buscar a mi hija y explicarle la razón por la que, muchos días, le he gritado hasta que se ha ido llorando de casa. La razón por la que escondo entre gritos los rasguños de mi alma. A veces, es necesario hacerles daño a las personas que más quieres para protegerlas de un daño mucho mayor. Y yo no he tenido alternativa. No me he atrevido a explicarle el porqué procuro mantenerla alejada de casa o el motivo por el que realmente la regañé al llevar esos tacones de aguja rojos. Ella no se merece verme así, encerrada en este sótano como estoy ahora mismo, y no voy a permitir que él le toque ni un mechón de su precioso pelo rubio. Jamás.

Después de mucho tiempo, ha llegado el día. Hoy voy a plantarle cara. Hoy, puedo verme por completo en el espejo, y las cicatrices que han hecho mella en mí todos estos años. Hoy, veo en mí a una mujer a la que le toca ser valiente, por ella misma y por su hija; por las dos, y que servirá de ejemplo a todas las que se encuentren como ella.

Querido desconocido, tú que has escuchado mi historia, tú que has logrado comprenderme, sólo te pido una cosa. Busca a mi hija y dile que vuelvo a su lado. Dile que lo único que tengo de ella ahora mismo conmigo son esos tacones de aguja rojos y que espero ansiosa nuestro reencuentro para decirle lo preciosa que está con ellos. Por favor, sólo te pido eso.

Ha llegado el momento. Oigo cómo está girando el pomo de la puerta. 

Deséame suerte”.

Esa noche, el mundo se quedó a oscuras. Y cada uno de sus habitantes dentro, muy adentro, sintió cómo algo se retorcía y se quemaba. Sintieron cómo nacía una pérdida, cómo una estrella desaparecía del cielo y cómo se evaporaba la felicidad por un instante.

Sintieron la ausencia de una mujer que murió a manos de su marido, y cuyos sueños se evaporaron hasta formar dos grandes nubes grises. Y entonces comenzó a llover.

4 Comentarios