El descenso demográfico en los últimos años ha superado las más de 200.000 personas que anualmente han abandonado el país en la búsqueda de una vida mejor. Entre ellas miles de jóvenes con títulos universitarios han salido de España, no para descubrir América, simplemente para encontrar un empleo digno.
Otros siguen lanzando currículums a mansalva a través de las páginas de ofertas de trabajo. Mientras que algunos deciden tomárselo como una experiencia más y poner al mal tiempo buena cara. Es el caso de Antonio García, que a sus 31 años, lleva cinco viviendo en un cortijo en venta de un familiar en Fuente de Piedra. Se alimenta de un huerto ecológico y de los huevos que ponen sus gallinas y asegura sentirse feliz.

Al finalizar sus estudios como biólogo hace siete años y ver como se encontraba el mercado laboral, se sintió «perdido», al igual que tantos jóvenes, por ello decidió emprender una aventura que siempre quiso protagonizar. Vivir más cerca de la naturaleza. Llevaba años comprobando la degradación del medio ambiente y creo, junto con un grupo de amigos, la Asociación Kandahar en Antequera.

A raíz de esa experiencia este joven biólogo comenzó a interesarse por la agricultura ecológica. «Me di cuenta que se estaban perdiendo las razas puras de hortalizas, que hay empresas que están tomando el mando de transgénicos y están monopolizando el mercado» opina Antonio. Así, ha creado un banco de semillas puras, que va intercambiando con la Red Andaluza de Semillas, a través de las donaciones de antiguos agricultores que ha ido visitando: «son semillas que sirven para siempre, nunca se perderán».

De otro lado, Antonio García asegura que este tiempo le ha servido para saber qué quería hacer en la vida y en lugar de lamentarse por la situación financiera no ha perdido el tiempo: «He estado en un proceso de autoconocimiento y búsqueda interior, necesitaba espacio para poder encontrarme y ver lo que quería ser en la vida».

Este joven agricultor ve con malos ojos las «cortapisas» que presenta la actual sociedad: «Son genios los que han montado este sistema porque está todo estudiado para que seamos un robot. Terminas los estudios, vas a trabajar, pero el sistema no te da tiempo para encontrarte y saber realmente que quieres hacer. Por eso hay tanta frustración».

Tomates, pimientos, berenjenas, puerros, zanahorias, calabazas o maíz azul de los indios Hopi americanos se mezclan en un ecosistema creado por Antonio con plantas medicinales como la hierba luisa, melisa, menta, o hierbabuena, y destacan respecto a las tierras colindantes cultivadas con insecticidas.

«Mi idea es cerrar todo el ciclo y crear una finca agro- ganadera, es decir, disponer del número suficiente de animales para abastecerme de la cantidad necesaria de estiércol para cubrir la demanda de mi huerto» sueña Antonio para un futuro no muy lejano.

No obstante, después de cumplirse cinco años desde que comenzó esta aventura este antequerano considera que ha encontrado su camino: «Sé que no voy a estar toda mi vida cultivando. Me estoy formando y me quiero dedicar a la medicina natural. A la terapia integral, que engloba el cuerpo, la mente y el espíritu», asegura este biólogo que desea ayudar a las personas con «problemas en cuerpo y alma». Así, quiere especializarse en psicoterapia transpersonal, acupuntura u osteopatía, por lo que se está formando con un médico integral.