La Orden de Hermanos Menores Capuchinos de Antequera celebra 400 años de su llegada a la ciudad y lo hace con un reconocimiento y homenaje a los siete frailes asesinados en Antequera el 6 de agosto de 1936 a los pies de la Inmaculada Concepción, imagen que ahora les acompaña también en la capilla que sus actuales hermanos le han puesto en el convento antequerano.

Un espacio lleno de simbolismo donde se recoge una emotiva carta que Ignacio Galdácano escribió a su familia horas antes de ser ejecutado y convertirse en mártir junto a los otros seis frailes asesinados en esos días durante la «maldita guerra española», como la define el fray Miguel quien acompaña a los visitantes a recorrer en pocos minutos una historia de cuatro centurias llena de nombres propios. “Murieron por su religión y en el mes de octubre serán beatificados en Tarragona”, detalla.

La orden recoge testimonios en papel que permiten que, los componentes que ahora habitan bajo los techos testigos de aquella masacre, recuerden con detalle el infierno vivido durante cuatro días de cautiverio. «A los que no mataron los llevaron al convento de los Trinitarios de la ciudad que servía de cárcel improvisada, allí lo habían destrozado todo, menos esta lámina de la Virgen Inmaculada que los acompañó en los ocho días de cautiverio y que después les cedieron los trinitarios, hoy esa lámina sigue en el convento de Antequera», explica el fraile mientras observa el relato de una historia que ya siempre quedó grabada a los pies del lienzo.

Pero la historia de sus mártires no es más que una parte reciente de lo que supone esta orden para Antequera y para Andalucía pues el convento de Capuchinos de Antequera fue el primero que se creó en la comunidad autónoma.

La exposición, que puede verse hasta el 27 de octubre en el convento de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, muestra por primera vez al público piezas que narran la llegada de esta orden a Antequera, allá por 1613. Su primera parada fue una ermita a unos 2 kilómetros de su actual ubicación subiendo la carretera del Torcal, pero por los difíciles accesos los trasladaron a su espacio actual 30 años después. «La Virgen de la Cabeza que se expone es la primera de la santísima Virgen que los Capuchinos tuvieron en Antequera», detalla mientras se dirige a la vitrina que guarda los documentos de origen del convento.

En una esquina una piedra que parece no resaltar demasiado entre las piezas llegadas de conventos de Granada, Jerez o Sevilla, despierta la sonrisa de Fray Miguel. «Es un resto de aquella ermita original de la que no queda ya nada que encontró el fraile Miguel de Cantillana, él la trajo arrastrando hasta el convento, es una custodia grabada que pudo ser un pie de altar», explica.

La exposición muestra por fases la historia de la orden y muestra como su llegada a España no fue fácil, su primera llegada a Ciudad Real se dio de boca con el Reino de Castilla y tuvieron que irse al Reino de Aragón. Desde entonces los hermanos menores capuchinos pasaron por altibajos, y tras las desamortizaciones, volvieron para quedarse. «El convento de Antequera fue el primero que se restauró tras esa época, así que imagínate la importancia», explica.

Pero la exposición muestra que los momentos no marcan la vida de esta orden sino los nombres que son su seña de identidad y que pueden recordarse o descubrirse en un paseo estos días por el convento. «El primer santo, San Félix de Catalicio, a él le debemos la existencia de la orden o San Lorenzo de Brindis que propicio que la orden se extendiera por España», enumera junto a otros muchos Capuchinos de peso «no sólo por ser hombres intelectuales porque muchos no sabían leer ni escribir sino por ser hombres buenos que era lo que sabían hacer, como Fray Leopoldo». En la exposición, también se puede ver una reliquia del beato Diego José de Cádiz, el gran misionero de España en el siglo XVIII, primer santo capuchino español y también un libro firmado que él mismo utilizó.

Además de mostrar su pasado, los actuales frailes del convento ya están forjando su futuro y entre los proyectos ya están haciendo la obra de una parte del inmueble que cederán a Proyecto Hombre para que hagan una residencia dedicada a personas que están en tratamiento en esta asociación, un proyecto que llena de ilusión a la orden en esta época.

Al final del recorrido, Fray Miguel muestra un cuadro donde recoge los nombres de los 150 hermanos capuchinos naturales de Antequera. Ellos, junto a otros muchos que siempre han llevado la ciudad en su corazón, han forjado los lazos de unión entre esta orden y la localidad en estos 400 años que ojalá sean muchos más, felicidades

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