Nunca me gustaron las despedidas, así que seré breve. Pero antes déjame decirte algo: te quise mucho, sobre todo al principio. Pero luego te volviste cruel, especialmente con los más vulnerables.

Hubiera renunciado a meses de mi vida con tal de no ser testigo de tu devastación. Porque solo fui testigo; afortunadamente, no pudiste contarme entre tus innumerables víctimas. Nos quitaste muchas cosas a todos, no solo a quienes les arrebataste la vida.

Tú nos condenaste a la frialdad de la distancia social, nos castigaste con el confinamiento (varias generaciones no sabíamos lo que significa perder la libertad), levantaste fronteras inimaginables hasta entonces y nos arrebataste miles de besos, abrazos, apretones de manos…

Nunca antes habíamos sido distanciados los que ansiábamos estar juntos. No obstante, debes saber que, gracias a ti, aprendimos a valorar la compañía de nuestros seres queridos, que los ojos sonríen siempre antes que la boca y que somos más fuertes cuando estamos unidos.

Adiós, 2020. Nos gustaría olvidarte, pero las  heridas que nos causaste nos recordarán por siempre que formaste parte de nuestras vidas.