Cuando hace cinco meses Alexia Molina emprendió su aventura Erasmus hacia Turquía, nunca imaginaría lo que estaba por suceder. Desde el primer momento, esta joven vecina de Humilladero se sintió parte del país, arropándose de sus costumbres y tradiciones. “Turquía me ha aportado mucho culturalmente, he podido conocer la forma de vida de la población turca, muy diferente a la de España”, explica la joven estudiante de periodismo.

Poco sospechaba por aquel entonces que el país quedaría sumido en la devastación cinco meses después, tras los terremotos que desde el pasado lunes han dejado la escalofriante cifra de más de 20.000 fallecidos en la frontera con Siria y miles de personas atrapadas entre los escombros de las que aún se espera hallar algún superviviente.

Pese a que Alexia y sus compañeras de piso se encuentran en Ankara, una zona segura a 600 kilómetros del epicentro, y no sintieron el terror del seísmo, relatan que nunca podrán olvidar aquella noche, en la que despertaron por las llamadas de sus padres al conocer la noticia. “Cogí el móvil y vi 50 llamadas perdidas de mis familiares, no entendía qué pasaba”, relata aún con el miedo en el cuerpo la joven, quién añade que “pese a que aquí el clima no es de peligro, es de tristeza”.

Y es que en Ankara, la capital de Turquía, hay un gran número de personas procedentes de otros países o zonas de la región, por lo que también es notable la preocupación de la gente que tiene familiares y conocidos en enclaves próximos al terremoto. Sin ir más lejos, Alexia comenta con estupor la situación de una amiga turca, cuya familia es de Adana, una de las zonas más sacudidas por el seísmo. “Su familia huyó para protegerse del terremoto y se refugiaron en unos viñedos. Cada historia que conoces es más impresionante que la anterior, el país está desolado”, comenta.

Ante esta devastadora situación, el pueblo turco no ha dudado en ayudar y sacar su lado más solidario, mostrando un gran ejemplo de humanidad ante la barbarie. “El día después del terremoto ya habían habilitadas carpas para la donación de sangre, rodeadas por miles de personas dispuestas a ayudar”, explica Alexia, quién no ha dudado en acudir junto a sus compañeras a los puestos de donación de la organización Medialuna Roja para intentar colaborar.

La Universidad de Ankara, tal y como cuenta la vecina de Humilladero, también se ha volcado con la situación, destinando un pabellón a la recogida de donaciones y el empaquetado de alimentos y suministros. 

Alexia y sus compañeras, lejos de pensar en abandonar el país, han forjado aún más sus raíces, ayudando y haciendo todo lo que tienen a su alcance para colaborar frente al caos. “Hemos ido al pabellón que ha habilitado la Universidad para recoger y donar comida y productos de higiene y clasificar ropa para los más necesitados”, comenta Alexia, quién asegura que quiere quedarse y “ayudar en todo lo posible”.

Así, las jóvenes estudiantes de Erasmus hacen un llamamiento para que se implique el mayor número de personas y realicen donaciones. “Hay muchos puntos donde se puede donar ropa, comida y productos de higiene, pero es muy importante la ropa de abrigo y las mantas”, comenta Alexia, ya que en Turquía las temperaturas son mínimas y las nevadas y lluvia constantes, por lo que es necesario contrarrestar ese frío para evitar más víctimas. “Aquí hace muchísimo frío y el abrigo y las mantas se convierten en algo imprescindible para evitar que la gente atrapada muera por las bajas temperaturas”, alerta.

Sobre si tienen miedo, Alexia explica que se sienten seguras y que lo realmente terrorífico es “pensar que hay miles de fallecidos y personas que están muriendo bajo los escombros por el frío”, insiste con tristeza haciendo un nuevo llamamiento a la solidaridad. “El mundo se está volcando con el puerco turco y sirio, cada gesto, por pequeño que sea, cuenta”, concluye la joven vecina de Humilladero.