Antequera volvió a celebrar uno de los días más importantes de su calendario cofrade, el Miércoles Santo. Como no podía ser de otra forma, la Legión consiguió cautivar a los miles de fieles que esperaban con gran expectación la entrada del Cristo del Mayor Dolor en el Coso Viejo sobre hombros legionarios y entre oraciones de los penitentes.

La cofradía dio comienzo a sus actos y cultos a las doce de la mañana con la Solemne Eucaristía, continuando con el traslado y la entronización del Santísimo Cristo del Mayor Dolor a la una y media de la tarde, pasando por Calle Encarnación, Coso Viejo, dónde se rindieron honores y se rezaron los tradicionales credos legionarios, y Nájera. El recorrido continuó por Cuesta Zapateros y Plaza San Sebastián. El momento álgido de la mañana se vivió en el Coso Viejo, donde miles de ciudadanos y visitantes se agolparon para presenciar el traslado y escuchar la emocionante interpretación del himno de la Legión.

Como no podía ser de otra forma, las aceras se quedaron pequeñas para presenciar el paso de la Legión, que siguió levantando pasiones, haciendo del Miércoles Santo uno de los días más característicos y reconocidos de la Semana Santa antequerana.

Tras la mañana de traslado, mirando al cielo como viene siendo la tónica general durante los días de Pasión, tendría lugar El Desfile de la Armadilla a las ocho y media de la tarde, partiendo en la Puerta de Estepa para continuar por Alameda de Andalucía, Infante Don Fernando hasta culminar en la Plaza San Sebastián. Para entonces,  la propia calle y los alrededores del templo se encontraban completamente llenos de fieles, esperando al momento culmen del día que llegaría alrededor de las nueve de la noche con la salida procesional.

Al abrirse las puertas del templo, se pudo apreciar en la cara de los devotos el sentimiento y el hervor ante la presencia de las imágenes, que volvían a pisar suelo antequerano otra Semana Santa.

Este año el recorrido fue distinto debido a que ya en el año 2019, desde la Cofradía del Mayor Dolor, comprobaron que la organización era mucho más viable y más rápida si en lugar de ir por la calle Encarnación se seguía el paso por calle Lucena. 

Así, el nuevo itinerario tuvo como inicio la Calle Infante Don Fernando para continuar por el enclave principal, la calle Lucena, siguiendo por Cantareros, Alameda de Andalucía, dónde como ya es tradición en la Cofradía se llevó a cabo el encuentro de las imágenes, hasta llegar a Infante Don Fernando y culminar en la Plaza San Sebastián, dónde sobre la una y media de la noche se realizó el encierro tras el encendido de bengalas y el encuentro de la Virgen y el Señor al son de la Legión. 

Tampoco faltaron en esta ocasión los tradicionales pétalos de rosas lanzados desde los balcones al Mayor Dolor así como los cantos a ritmo del ‘Novio de la Muerte’ y los credos de la legión.

Uno de los elementos más importantes del Miércoles Santo, como es tradicional, es el gran acompañamiento musical de los pasos. Los encargados de poner la melodía al recorrido, otro año más, fueron El Tercio ‘Gran Capitán’ Primero de La Legión de Melilla , que es Hermano Mayor Honorario de la Cofradía,  La Escuadra de Gastadores, la Sección de Honores y la Banda de Guerra. Por la noche, acompañando al Señor tras su trono se posicionaron los tambores de la Asociación Músico Cultural ‘Nuestra Señora de la Oliva’ y tras la Virgen la Asociación Musical ‘San Isidro Labrador de Churriana’. 

El adorno floral fue otro de los aspectos que más llamó la atención del trono de la Virgen. Miguel Herrera, que lleva encargándose de sus flores 23 años, superó todas las expectativas, luciendo un gran porte ornamental destacable por su luz y frescor. En el Trono del Señor, el encargado de ejecutarlo fue Raúl Díez de los Ríos que, apoyándose en diversas floristerías locales, encontró la combinación perfecta entre dulzura y sentimiento. 

Y es que el Miércoles Santo en Antequera destaca por sus contrastes. Si por la mañana lo que domina es un ambiente apoteósico, lleno de música, gente y alboroto, por la noche las calles se inundan de silencio y voluntad, siguiendo el paso con orden y penitencia.

Así, los cofrades antequeranos han sabido atesorar con mucho recelo sus propias tradiciones, haciendo de su Semana Santa algo único y especial.