De niño, creía en la magia, pero se hizo mayor y dejó de creer. “La magia no existe”, le dijeron. Quizá por eso vivió una vida tranquila, sin grandes metas, sin grandes retos; una vida sencilla que no le supuso grandes problemas pero tampoco le aportó grandes satisfacciones.

Pero, pasado el tiempo, la vida le obligaría a replantearse las cosas. Su economía apenas le permitía llegar a fin de mes, su vida personal estaba  rota y su salud acabó por resquebrajarse. Estaba al límite.

Solo deseaba cerrar los ojos y esperar que todo pasara. Pero nada pasa porque sí. Y nada ocurre si no creemos que puede ocurrir. Fue entonces cuando se despertó el niño que aún vivía en lo más profundo de su ser.

Aquel niño aún creía en la magia, pero él hombre que era sabía que  el único truco es creer y luchar por aquello en lo que uno cree. En eso consiste la magia. Él creyó cuando no tenía razones. Y luchó para cambiar las cosas. El resultado pareció cosa de magia.