Sentados tras el puesto de conducción la primera misión es colocar de forma optima el asiento. Longitudinalmente hay que situarlo donde nuestra espalda queda completamente apoyada en el respaldo y que con el pie izquierdo podamos hacer todo el recorrido del embrague.

Con la posición de las piernas ya tomada, el tronco debe posicionarse en una postura cómoda, pero en las que los brazos queden ligeramente flexionados al agarrar el volante. Cuando ya tengamos la postura correcta debemos colocar correctamente los espejos retrovisores.

El central es fácil, solo hay que colocarlo centrado a través de la luneta trasera para que nos permita ver lo que hay inmediatamente tras nosotros. Este retrovisor, muchas veces menospreciado y que sirve para algo más que colgar el ambientador de pino, es a través del que debemos tener controlados a los vehículos que vienen por detrás nuestro a más velocidad y se dispone a rebasarnos. El comienzo de su maniobra lo podremos ver por la luneta trasera y el punto donde dejamos de ver el vehículo marcara el inicio de la angulación de los espejo laterales.

Seguramente a muchos de nosotros nos hayan enseñado que los retrovisores exteriores debemos poder ver sobre la parte más próxima al vehículo los laterales de la carrocería. Aunque no está del todo mal, casi con total seguridad estemos dejando una cierta porción de ángulo muertos a los lados del vehículo. Ahora bien, retomando el asunto del espejo interior, si posicionamos los laterales en el lugar donde comenzamos a dejar de ver al vehículo que venía por detrás desde el retrovisor central dejaremos de ver el coche pero ganaremos en amplitud lateral y casi con total seguridad estemos eliminando el ángulo muerto. Además, hay que posicionar el ángulo de visión de los espejos a una altura media (si el mundo fuera plano y horizontal diríamos que habría que apuntar al horizonte) y viviendo la carrocería del coche iremos abriendo hasta que solo veamos la carrocería en el extremo interior del espejo.

Con los espejos bien posicionados podremos enfrentarnos al tráfico con mayor seguridad, y para comprobarlo, a medida que circulamos podemos ir haciéndonos unas preguntas a las que los espejos nos pueden ayudar a responder. Y no, no es esa de “espejito, espejito, ¿Quién es la más linda?” Como acabamos de comentar un poco más arriba, lo importante no es sólo lo que vemos a través del parabrisas. Para poder adecuar nuestra conducción a las condiciones del entorno hay que saber nuestra posición exacta y los retrovisores nos pueden facilitar la ubicación correcta. De la misma manera, circulando por una carretera sinuosa y estrecha o una calle con coches a ambos lados es fácil ponerse nervioso. Una miradita de vez en cuando por los retrovisores laterales para saber cómo vamos de espacio a cada lado es una buena forma de comprobar que nos pasemos más apreturas de la cuenta.

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