El
ser humano actual, cada vez más alejado del contacto con la naturaleza,
encuentra extraño que animales de distintas especies puedan ser amigos, o que
animales fuertes protejan a otros más débiles a pesar de que, a priori, sean
considerados enemigos o simplemente víctima y depredador. Si el ser humano
volviera a ser uno con la naturaleza y los animales, si volviera a la unidad
con la madre Tierra, comprendería que los animales quieren ser nuestros amigos,
a pesar de que hoy por hoy huyan de nosotros aterrorizados. Si el ser humano
recuperase la unidad con todo lo que vive y es, afirmaría sin dudar: «los
animales nos aventajan en muchos aspectos». Y este claro mensaje para los seres
humanos podría motivarnos a hacer las paces con todos aquellos que tienen ideas
diferentes a las nuestras, con otras razas, con otros pueblos, con otras
especies de seres vivos. Para el ser humano egocéntrico que se considera el
centro de la creación, esto puede sonar irreverente. Sin embargo tan sólo hay
que estar atentos y prestar atención, porque la naturaleza nos da continuos
ejemplos.
El Occidente cristiano conoce desde hace más de 2.700 años la profecía
de Isaías que dice: «La vaca y la osa
pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el
niño de pecho jugará sobre la cueva del Áspid, y el recién destetado extenderá
su mano sobre la caverna de la víbora. Y nadie hará mal en mi santo monte”
.
Esta clara visión alude a un reino de paz venidero, que surgirá cuando los
seres humanos también nos volvamos más pacíficos no sólo entre nosotros, si no
también con respecto a los reinos de la naturaleza. La pregunta es si todos
aquellos que se consideran cristianos creen realmente que algún día surgirá en
la Tierra un reino de paz.
Los seres humanos deberíamos en muchas situaciones tomar ejemplo de
los animales, pues el que los animales puedan ser amigos entre ellos, incluso
tratándose de especies diferentes, es sólo un aspecto. Al contrario que nosotros,
ellos nunca destruirían su base de subsistencia tal y como hacemos nosotros, de
hecho ellos sólo toman de la naturaleza tanto como necesitan para vivir.
«De mi propia experiencia puedo poner algunos
ejemplos
», dice Ralf, un cuidador de animales en la Tierra
de la Paz de la Fundación Gabriele, el primero relacionado con el
comportamiento social de los animales salvajes: «Una vez encontramos un pequeño jabato cuya madre
murió de un disparo, lo trajimos a casa y cuidamos de él. La casa está cerca de
un bosque y otra madre jabalí, junto con sus dos crías, visitaba a menudo el
entorno de nuestra casa. Primeramente se detuvo durante un tiempo y volvió a
irse. Nuestro pequeño huérfano iba siempre donde la mamá jabalina con la
intención de mamar de ella, y era tan obstinado que después de un cierto tiempo
ella lo adoptó. De esta
cercanía social de los
animales podemos aprender mucho.
En otra ocasión encontramos una cría de marta en la puerta de nuestra
casa a la que evidentemente no le iba muy bien, pues estaba completamente
empapada y muy débil. Probablemente este fuese el motivo por el que su madre la
puso ante nuestra puerta. Enseguida se abalanzó sobre la comida del gato y
posteriormente sobre la calentita cama de éste, todo esto siendo observado por
él durante todo el rato, quien aceptaba que ahora teníamos otro habitante entre
nosotros, uno que se apropió de su comida y de su cama. Esto demuestra que los
animales son muy diferentes a los seres humanos, pues cuando nosotros no les
influenciamos ni los marcamos con nuestra agresividad y mal carácter, se
manifiestan conductas sorprendentes, muchas más de las que podríamos imaginar
».

El
ser humano actual, cada vez más alejado del contacto con la naturaleza,
encuentra extraño que animales de distintas especies puedan ser amigos, o que
animales fuertes protejan a otros más débiles a pesar de que, a priori, sean
considerados enemigos o simplemente víctima y depredador. Si el ser humano
volviera a ser uno con la naturaleza y los animales, si volviera a la unidad
con la madre Tierra, comprendería que los animales quieren ser nuestros amigos,
a pesar de que hoy por hoy huyan de nosotros aterrorizados. Si el ser humano
recuperase la unidad con todo lo que vive y es, afirmaría sin dudar: «los
animales nos aventajan en muchos aspectos». Y este claro mensaje para los seres
humanos podría motivarnos a hacer las paces con todos aquellos que tienen ideas
diferentes a las nuestras, con otras razas, con otros pueblos, con otras
especies de seres vivos. Para el ser humano egocéntrico que se considera el
centro de la creación, esto puede sonar irreverente. Sin embargo tan sólo hay
que estar atentos y prestar atención, porque la naturaleza nos da continuos
ejemplos.
El Occidente cristiano conoce desde hace más de 2.700 años la profecía
de Isaías que dice: «La vaca y la osa
pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el
niño de pecho jugará sobre la cueva del Áspid, y el recién destetado extenderá
su mano sobre la caverna de la víbora. Y nadie hará mal en mi santo monte”
.
Esta clara visión alude a un reino de paz venidero, que surgirá cuando los
seres humanos también nos volvamos más pacíficos no sólo entre nosotros, si no
también con respecto a los reinos de la naturaleza. La pregunta es si todos
aquellos que se consideran cristianos creen realmente que algún día surgirá en
la Tierra un reino de paz.

Los seres humanos deberíamos en muchas situaciones tomar ejemplo de
los animales, pues el que los animales puedan ser amigos entre ellos, incluso
tratándose de especies diferentes, es sólo un aspecto. Al contrario que nosotros,
ellos nunca destruirían su base de subsistencia tal y como hacemos nosotros, de
hecho ellos sólo toman de la naturaleza tanto como necesitan para vivir. 
Mª José Navarro

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