Jessica Pérez

Crónica sobre la archicofradía del Socorro que procesionó el sábado

Se abre la puerta deteriorada color cobre. Parece una postal navideña llena de ‘elfos’. Personas sonrientes que van de un lado a otro con prisa y pequeñas decoraciones que completan la estampa. En la calle, un ambiente en tonos nudes acompaña la suave brisa y el vuelo de inocentes palomas que bordean el edificio católico, Patrimonio histórico de estilo renacentista. Todo se oscurece de pronto, solo un pequeño rayo de luz destaca el rostro de la Virgen del Socorro al fondo de la Colegiada de Santa María. Comienza la misa con un olor intenso que penetra en las entrañas. Es incienso procesal que corre al compás de la respiración.

“Un sentimiento que llega al fondo del alma”. Mª Paz Guatura, ‘elfa’, estudiante y presidenta de la Junta Joven de la archicofradía; de 16 años, bajita, morena de piel y cabello vultuoso rizado, describe así la emoción que deslumbra tras el brillo de sus ojos decorados con lentes redondas. Aparece la luna. Aplausos que culminan la eucaristía presidida por el Obispo de Málaga indican la llegada del momento.

La plaza está repleta de rostros que reflejan su alegría a través de la mirada y un murmullo que pone al descubierto una expectante espera. Las 20:15 pm. Silencio repentino que destaca. Aparecen representantes con traje formal y portadores de reliquias bañadas en plata. En el público, caras infantiles que interaccionan con campanilleros de lujo.

Pequeños de parecida edad que portan una túnica negra con dibujos florales dorados o grana con bordados plata. Penitencia ciudadana y banda sonora es la esencia del guion. Santa Cruz de Jerusalén, plateada y de gran tamaño. Cruz que simboliza a Jesús y pequeños símbolos a los cuatro evangelistas. Escultura posada en decoraciones florales y diseños oro. La sujetan dos ángeles, uno a cada lado. Acompañados por velas asentadas en candelabros a los extremos de la base.

Jesús Nazareno. Tamaño natural y tallado de madera. Señor, con túnica morada y dibujos dorados, aparece portando una gran cruz en diagonal. Ayudado por Cirineo y a sus pies Santa Mujer Verónica vestida color grana con toques brillantes. A los lados, cirios bermejos apoyados en candelabros de hierro. Su base, un campo floral rojo. Señora del Socorro coronada. Mayor y más adornado de los Titulares. Imagen dolorosa cubierta con manto de terciopelo azul. Corona de forma acorazonada, detallada y de similar tono que los adornos. Techo palio con angelito que cuelga en el centro. Barrotes a los lados que sujetan las borlas. En la parte baja lateral, cirios blancos y diversas flores. En la delantera, seis ángeles desnudos que completan la sagrada imagen junto a una media luna antequerana con ramilletes en los extremos.

Monaguillos de vestimenta conocida y dalmáticas de tonos azules y amarillos. Tamboresque comienzan a sonar inaugurando la salida procesal extraordinaria del 16 de octubre de 2021. Una mujer de unos 45 años, estatura media, piel suave y clara y de pelo rojizo, derrama lágrimas en silencio:

— Es uno de los momentos más emocionantes ¿verdad? — dice a una chica joven
que se gira para mirarla con admiración. — Mira, mira, es que se me ponen los
pelos de punta.
— Hace mucho tiempo que no sucede una celebración como esta. — le responde la
muchacha.
— Muchísimo, al menos dos años. Y por poco se cancela. Parece un milagro.

El tiempo corre. Cerca de la 01:00 am. La plaza del Portichuelo se llena. Una memoria de lo sucedido hace apenas unas horas. El Nazareno y la Cruz Guía esperan dando ligeros movimientos de izquierda a derecha al ritmo de la música la llegada de la Virgen. Llega. Desaparece de forma gradual todo ruido para contemplar atentamente. Los sagrados Titulares se encaran y ‘bailan’ como una pareja de serie en el ‘lento’ de fin de curso.

Uno de los ‘elfos’ se despega de su posición. Pablo; adolescente, alto, monero, piel clara, ojos canela y cuerpo sencillo; debuta portando la Cruz de Jerusalén. Está lleno de satisfacción tras un año de esperanza y preparación para los 400 aniversario de la
coronación de la Señora del Socorro:

— ¿Cómo ha ido? — le pregunta un compañero.
— Muy bien, es duro, pero muy bonito. Lo peor ha sido la subida a paso ligero por
las cuestas del barrio.
— Y… ¿Qué? ¿vas a repetir? — continúa su amigo.
— Eso ni lo dudo. — responde.

Acaba la canción y la calle se llena de chiflidos. El trayecto llega a su fin. Los tronos entran a su templo. La gente se contagia de alegría y sentimiento como si fuese un resfriado común con síntomas positivos. Se cierra la puerta. Las personas comienzan a dispersarse. La calle ya está desnuda y la postal navideña desaparece. Antequera se despierta del sueño ambiciosa por saber qué ocurrirá en el siguiente.

Lorena Vegas García