Se sentó sobre el bordillo de la acera. Estaba abatido y sintió que ya no podía más. «Qué injusta es la vida», pensó. Había bastado un golpe de mala fortuna para que lo perdiera todo. Sentado sobre aquel bordillo pensó en muchas cosas, incluso en levantarse y arrastrarse hasta el centro de la calzada para poner fin a su agonía bajo las ruedas del primer coche que pasara. Pero algo lo cambió todo.

Siempre hay ese algo, esa segunda  oportunidad que siempre nos reserva la vida. Un ruido ensordecedor le hizo levantar la vista al cielo y sus ojos se encontraron con la panza de aquella mole alada que acaba de despegar del aeropuerto cercano. En aquel preciso instante, mientras miraba al cielo, recordó algo que le había dicho su padre. «¿Sabías que los aviones siempre despegan con el viento en contra?». Y mientras recordaba las palabras de su padre, decidió levantarse de aquel bordillo y seguir luchando. Él, como los aviones, levantaría el vuelo…por mucho que los vientos de la vida soplaran en su contra.